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érica zíngano | francine jallageas | ícaro lira | lucas parente

segunda-feira, 19 de outubro de 2009

de trenes y metros

 

 

1

 

Hacía frío y cuando llegó la estación estaba vacía. Se sentó, sacó el libro de su mochila y lo abrió en el capítulo seis. Aún así pudo ver que en el otro andén, subiendo las escaleras, surgió una mujer. Parecía un duelo.

Siempre un cambio de miradas en la estación. Leyendo mezclaba las páginas con lo que veía enfrente. Tenía ganas de poder leer los pensamientos de las mujeres que le miraban. “¿Que quieren exactamente? ¿Hay algún deseo por detrás o sólo ganas de provocar? No me parece que hayan mujeres inocentes.” De manera que en cualquier sitio había la posibilidad de conocer alguien, ya que todos los sitios son lugares, puntos de encuentro, conexiones. Así que todo depende de un primer paso. Y esto le perturbaba, pues luego empezaba a comportarse de acuerdo con otro punto de vista, fantasioso y oscuro, sintiendo que el otro (seria mejor, quizá, decir “la otra”) le atraía, imaginando que estuviera siempre mirándole, mientras él buscaba que decir y como aproximarse. Muchas veces se había prometido a si mismo que ya no pensaría, intentando comunicarse de la manera mas directa, quizá brutal, para dejar todo claro, evidenciando lo que quería poseer.

Sudaba frío sin razón aparente. Y pronto volvió a leer:

 

      No esperaba soñar anoche.

      ¿Qué fue?

      Muy directo – dijo Pete –. Yo estaba con Virginia en una estación de metro, en el andén. La gente corría de acá para allá. Cundía el Pánico. Miré a mi alrededor y vi que las caras de todo el mundo estaban pelándose, llenas de manchas, con ampollas. La gente chillaba y el ruido resonaba por los túneles. La campana de incendios hacía un estruendo ensordecedor. Cuando miré a Ginny, vi que su cara también se desprendía en trozos. Como yeso. Costras negras y manchas. La piel se le caía a pedazos que eran carne para gatos. La oía crepitar en los rieles eléctricos. La estiré del brazo para sacarla de allí. No se movía. Quedó allí inmóvil, con media cara, mirándome fijamente. Le grité que se viniera, pero no se movía. Entonces, de repente, pensé: Jesús, ¿cómo será mi cara? ¿ Es lo que ella está mirando? ¿Me estoy pudriendo también?

 

Después de leer este trozo los rieles empezaron a emitir su sonido agudo que venía in crescendo. Bajó del andén. Sus pies sonaron en las piedras blancas del suelo. No caminaba ni rápido y ni despacio. Ya no pensaba en la mujer del otro lado. Como en una película su percepción se dividió en muchos planos próximos, haciendo que el simple trayecto de atravesar los rieles tardara una pequeña eternidad.

Pero del otro lado llegó y no había nadie para reprocharlo. Subió justo frente al banco donde estaba ella. Se miraron mientras llegaba el tren.

      Hola – dijo él.

      Hola – dijo ella.

 

 

 

2

– ¿Todavía estamos bajo la ciudad? – Dijo ella. – Me Pregunto cuando saldremos del subterráneo.

– Cuando, no lo sé, pero seguro que subiremos cerca al mar.

 

3

 

– Siempre sueño con el metro – dijo él. Estaciones gigantes, que son mezclas de aeropuertos, shoppings y conexiones subterráneas. Escaleras mecánicas conectándolo todo. Escaleras que siempre son lo más angosto posible, de manera que las personas hacen colas como si fueran píldoras.

  Otro día soñé que estaba con Í y su padre en este sitio. Estábamos los tres en el túnel, agarrados al tren en movimiento, cuando veo a Í cayendo. Intento ayudarle en el mismo instante, cogiéndole con un brazo. Su padre nos miraba. El tren no paraba en ninguna estación, como si fuéramos mas al fondo que nunca. Y cuando el susto había pasado, Í me miró a mí con rabia preguntando porque le había empujado.   

Creo que esto expresa todo de nuestra relación.

4

 

En el tren estamos parados pero todo está en movimiento. Mas bien estamos nosotros en movimiento y percibimos el mundo parado como nunca. Las cosas quedan más borrosas como en las pinturasimpresionistas. En verdad dicen que Turner empezó con su estilo borroso justo cuando quiso pintar el paisaje como es visto al poner la cabeza afuera de la ventana de un tren en movimiento.

El tren es también el cine y las sociedades modernas. Mientras en el metro estamos en movimiento pero no tenemos el objeto referencial exterior, o sea, en el metro estamos realmente parados. Ahí, diferente del tren, no hay punto de fuga, paisaje, nada. Solo los reflejos y la sensación de pasar debajo de la ciudad. Quizá por esto llenan el wagón teles y propagandas.

 

5

 

Dos chicos bajan por la noche para hacer un graffiti en el túnel. Esperan escondidos los últimos guardias que pasan antes de que se cierre la estación. Cogen sus linternas y avanzan por adentro del agujero. Huele a betún y a meo. Uno de ellos está acostumbrado. El otro comenta y mira al suelo buscando ratas.

– Aquí es – dice uno.

Los dos paran para empezar el trabajo. Van a escribir un enorme OCHO tétrico, señalando la pandilla del barrio vecino. Naranja será el color, para llamar más atención.

Cuando terminaron el esbozo y van empezar a rellenarlo con la tinta definitiva, uno de ellos dice:

      Escucha.

Los dos quedan en silencio.

      No escucho nada.

      Ahí viene uno.

      Imposible. No hay metros a esta hora.

      Creo que va a la manutención o algo.

      Yo continúo pintando. Debe haber sido un grupo de ratas.

De repente, de la curva surge una luz. No hay bocina. Uno de los chicos entra en un agujero. El otro cae en los rieles.

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